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Por Margarita Cedeño. -Hace unos años estuvimos participando en la entrega del premio al Mejor Profesor del Mundo, una iniciativa promovida por la Fundación Varkey como parte de su propósito global, que es implementar programas de formación dirigidos a directivos de escuelas y docentes porque cree que “cada niño merece un gran maestro”.

En aquello ocasión, la ganadora del premio de un millón de dólares fue la profesora Andria Zafirakou del Reino Unido, por su hazaña de rediseñar un plan de estudios desde cero con iniciativas creativas, logrando que su escuela fuera una de las mejores del país. Al ver la premiación, pensamos en los miles de maestros dominicanos y dominicanas que, por años, han superado extraordinarios obstáculos para formar a sus estudiantes.

Hoy nos sentimos orgullosos al ver que una maestra dominicana está dentro de las finalistas para el premio de este año. El reconocimiento al esfuerzo de Rosaliz Calderón y su proyecto Zancadas de Pedagogía Hospitalaria, desde ya, constituye un premio para ella y para el país, porque el proceso de selección que realiza la Fundación Varkey es sumamente estricto. De hecho, el orgullo es doble, porque nos correspondió construir la primera aula hospitalaria en el país, en el hospital Robert Reid Cabral, un modelo chileno que debe retomarse lo más pronto posible.

Es propicio recordar que la deuda social de la República Dominicana con el sector educación sigue siendo grande. Se comenzó a saldar con la aplicación de la disposición legal que establece el 4 por ciento del Producto Interno Bruto para la educación, que resultó en un aumento sin precedentes en la capacidad del país de responder a las necesidades de la oferta educativa. No podemos ignorar la gran obra del pasado gobierno en cuanto a la mejora del sector educativo. Sin embargo, justo es reconocer que quedaron muchos temas pendientes y, entre estos está el tema de la formación docente. Hemos escrito sobre el tema en otras ocasiones. Como sociedad, debemos convencernos de que el destino de la humanidad depende de su disposición a formarse, a adquirir conocimientos y ponerlos a disposición del bien colectivo. Es decir, la sociedad en la que vivimos está condicionada por qué tanto esfuerzo y dedicación pongamos a la educación.

Para que eso sea realidad, el rol de los docentes es fundamental. La inversión que se realice en su selección y formación, así como la disponibilidad de herramientas que tengan para hacer bien su trabajo, definirá el futuro de nuestro país. Es por ello por lo que la experiencia reciente sobre el concurso de formación docente merece la atención de todos los entes de la sociedad dominicana.

No es una actividad que se pueda festinar o esperar que su resultado dependa de la buena voluntad de los participantes. No, por el contrario, requiere del compromiso de todos para que sea un éxito, porque la tarea del educador contribuye más al futuro de la sociedad que cualquier otra. Hagamos un llamado a la prudencia en torno al concurso de los docentes. Aspiremos a que el Ministerio de Educación y las demás autoridades involucradas en el proceso, se tomen su tiempo en la selección y evaluación de los participantes, porque estamos ante una decisión que marcará generaciones por venir. Es un trabajo que hay que hacer sin pausa, pero sin prisa.

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