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Por: Pablo McKinney. – Tan malo y devas­tador ha sido el Covid-19 para el país y el mun­do, que algo bue­no había de tener. Y es que, aún entre lágrimas, la pandemia nos ha enseñado a separar lo acce­sorio de lo fundamental. Re­cuerdo ahora que hace un par de años, cité aquí la anécdota de un padre que escribió en sus redes: “Ayer se me dañó el in­ternet. Tuve que compartir con mi familia. Parecen buena gen­te”. Pero ocurrió que en un mar­zo sin flores nos visitó para que­darse el Covid-19, y entonces, lo que parecía una broma de es­cribidor sin tema, se convirtió en desoladora realidad, y más de uno descubrió lo buena gente que es su gente, y lo mucho que estaba perdiendo por estar au­sente de su familia. Gracias a es­te vicho malo aprendimos a va­lorar una tertulia inteligente, el perder el tiempo entre amigos. Gracias a él ya sabemos el pre­cio de los abrazos que no tienen precio, como también aprendi­mos que todo está interrelacio­nado, que el mundo es un pa­ñuelo, porque mientras haya coronavirus en Biafra o Burun­di, todo el planeta está en pe­ligro. Como el pasado martes fue clausurado formalmente el año escolar, recordemos que fue gracias al coronavirus y sus ma­los juegos que para salvar el año escolar en peligro, el ministerio tuvo que inventarse una me­todología de educación que in­cluyó desde cuadernillos hasta programas de radio, televisión, redes y dispositivos tecnológicos para maestros y estudiantes. La utilidad de la convergencia me­diática y tecnológica para la edu­cación se conocía hace tiempo, pero no se aplicaba para conver­tirla en la en base de un modelo educativo que golpee de frente a la ignorancia y su socia más ex­cluyente y cruel, la brecha digi­tal. Gracias al Covid, de la mano de padres y tutores, cada hogar dominicano se convirtió en una pequeña escuela. Y por amor a su familia, muchos padres se graduaron de maestros de emergencia. “Ante tan dantesco escenario, no podíamos echar­nos a llorar. El país era una sola incertidumbre. La vida nos lan­zó duro, y como dice el pueblo dominicano, “con duro” tuvi­mos que batear”, dijo el ministro Fulcar. Tuvieron que batear y ba­tearon, y con esfuerzo, recursos y “un par” se salvó el año escolar

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