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Por: FEDERICO A. JOVINE RIJO

 

Podríamos recurrir a la vieja expresión –“Ganó la democracia”– para sentirnos mejor y auto engañarnos en torno a la viabilidad y pertinencia de sus propuestas, pero los videos están ahí, y uno se pregunta, ¿cómo pudo Milei ganar las elecciones presidenciales argentinas?, ¿cómo pudo ganar un individuo que ha centrado todo su discurso electoral en la idea de desguazar y desmantelar el Estado, precisamente en un país donde el Estado tiene un peso decisivo?

Como ladrón en la noche llegó Milei a la presidencia argentina. Apenas dos años le bastó para concretar su asalto al poder; un poder blindado por un sistema de partidos fuerte que, sin embargo, no pudo resistir el empuje de un electorado hastiado del deterioro constante y permanente de su calidad de vida. Y es que ninguna explicación que no sea la responsabilidad de su clase política es convincente para explicar la debacle económica de una sociedad que una vez fue opulenta; el quiebre de un país tan inmensamente rico que aún no han podido quebrarlo por completo. El proceso de deterioro de todas sus variables económicas ha sido lento y sostenido, pero el discurso de Milei ha sido simple, contundente y pulverizador.

Más que exponer argumentos se centró en las emociones y frustraciones de la ciudadanía; apeló a la rabia acumulada y la canalizó toda hacia un punto: “la casta” –que no el “establishment”–, porque conectaba con lo emotivo y evocaba a un sistema que se sostiene intrínsecamente en la desigualdad como fundamento de su estructura, permitiéndole movilizar contra ella todo el odio y el deseo de venganza social acumulada.

Sus adversarios, que fueron torpes, mediocres e ineficientes en el manejo del Estado y las finanzas públicas, lo fueron aún más en el rifirrafe político de la campaña. Primero lo subestimaron; luego lo minimizaron; y después, al enfocarse en las condiciones personales del candidato y la inviabilidad de sus propuestas –apelando al ridículo y a la denostación–, entraron ellos mismos al terreno que mejor sabía jugar Milei y al único en el que podía ganar, el del desenfreno verbal más absoluto; actitud que generaba morbo y conectaba con la psiquis de generaciones hastiadas que no querían pensar, porque con sentir les bastaba. Con el principal responsable de la actual situación económica como candidato a vencer, lo más difícil era no meter la pata en el camino, administrar al personaje y concretar acuerdos por debajo de la mesa… lo demás fue historia.

Puede que Milei sea loco, pero fueron los cuerdos los que llevaron a la Argentina al estado en que se encuentra. Ahora está por ver si dentro del marco de la arquitectura constitucional vigente podrá materializar sus propuestas, pero ya el dique de la contención y la política tradicional en Latinoamérica ha sido roto, y el río violento de la incertidumbre y los outsider que se nos viene encima, nos puede traer cualquier cosa.

 

 

 

 

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