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Por: PABLO MCKINNEY

 

Un solo párrafo de la lectura que hacen los analistas de la firma a la encuesta Greenberg-Diario Libre la resume: «El 65% de los dominicanos aprueba el trabajo de Abinader como presidente. Pero esta aprobación mayoritaria no se traduce en una victoria en la primera vuelta”.

Que, a menos de seis meses de las elecciones, Abinader no supere el 50% de intención de voto (obtuvo 44% en total y 49% entre los votantes probables), en un mundo herido de incertidumbres, desaparecidas las lealtades partidarias y “echada al monte la utopía”, debe ocupar al PRM.

Que la suma de la intención de voto hacia Leonel y Abel, (29+18= 47) supere a la de Abinader (44), -aunque no así entre probables votantes donde llega a 49%-debe disparar las alarmas gubernamentales. El PRM está conminado a seguir “barriendo pa’ dentro”, sellando alianzas, duplicando esfuerzos para evitar una segunda vuelta que podría ser fatal si el segundo lugar de la primera lo ocupara Leonel, lo que decretaría la unidad de los dos PLD.

La matemática electoral sería muy diferente si fuera Abel el candidato a enfrentar en la segunda vuelta; y es que “favor con favor se paga… y te lo voy a cobrar”; esto en alusión al buen trato que la FP ha recibido de parte del PRM a partir de su alianza 2020 (definitiva para el triunfo), que incluyó la entrega de un poder legislativo y municipal con el que para entonces la naciente organización no podía ni siquiera soñar. Además, ¿por qué no decirlo? La tan aplaudida lucha contra la corrupción se ha centrado en el PLD en morado y hasta en el mismísimo partido de Gobierno sin tocar ni con un verso a ese PLD en verde que es la FP, y gobernó el país entre 2004 y 2012. Hagan memoria.

Como el 65% aprueba el trabajo del Presidente, pero solo un 49% de los probables votantes dice que le apoyará, la tarea de Abinader es conquistar a ese 16% que hoy aprueba su gestión pero no tiene intención de votarle.

Para evitar una segunda vuelta, el gobierno debe evitar errores, volcar recursos y ofrecer un relato convincente a los pobres nacionales, como debe también enamorar con pasión adolescente al 30% que tradicionalmente no vota en las presidenciales, incluido el porcentaje de indecisos cuyo voto va y viene, regresa y se marcha… como los amores impertinentes.

 

 

 

 

 

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